Resignación

Hacía mucho que no cantaba con todo el aire de mis pulmones aunque tengo la garganta horrible de mal.

A veces, me agobia que desde muy pequeña conocí mucha música y parece que la olvidara. En esa enciclopedia musical que tenía en el cerebro, siento que he perdido archivos. O quizá, no había canción para vos. A lo mejor, no existen ni aquellas del pasado para describir lo que incluso a mí me asombra: tu permanencia en mí a través de los años.

Me cansé de dar a la talla con la modernidad. No encajo en ella. Cada vez que busqué adaptarme perdí un trozo de mí. Así que ¡al diablo! Esto es resignación en todos sus aspectos. Resignación a aceptar la vida actual, resignación a mis sentimientos, a que me llamen como les venga en gana, pero de muy chiquita aprendí que, el orgullo, solo divide, conquista y trae dolor. Elijo no seguir ese camino.

Es verdad, parece que mis sentimientos fuesen un interruptor que baja y sube. Por supuesto, no estoy sana o tal vez, es así mi personalidad. Un torbellino inestable, pues tantas emociones harían tambalear a cualquiera.

Estoy sola. Hace años que lo estoy. Porque lo que realmente cuenta es el sentir. Ese lugar un buen día fue tomado por esa mirada brillante que contenía a todo el firmamento. Y no sé, no puedo explicar por qué sucedió así, yo no creo en almas gemelas ni en todo eso que cuentan, así como tampoco conozco todo lo que la energía atrae.

Si me preguntaran diría que en verdad no sé nada ni entendí nunca nada. Salvo que, hoy en día, he pensado que todo se trata de dos personas hundidas, luchando por todo, menos por ellos mismos y sus sueños. Quizá, porque los hemos perdido o jamás existieron. Dos personas que deben morir al ego, al orgullo, al error, a lo mal que se han hecho las cosas y por nada.

Quizá, yo deba dejar que me estampen de todo eso que ahora es una mujer. No empoderada, arrastrada, sin amor propio, bla, bal o mejor, asumir que en vez de todo eso, no odio, no me quiero estancar, quiero perdonar y prefiero vivir.

Ya sabes, en el ahora, mostrar vulnerabilidad y no tener rencor es debilidad. Pues seré débil entonces, aunque pienso todo lo contrario. Estoy exponiendo el corazón a ser reventado nuevamente de un flechazo y sin embargo, todas esas lágrimas que me trajo cantar canciones que ni loca escucharía, plagadas de dolor y nostalgia hasta romperme y admitir en voz alta que no es cierto ese cuento que me cuento, de que todo de vos me da igual.

No lo niego, lo he sentido. Pienso que una familia es una carga y la idea de una pareja me causa un agobio traducido a pánico. Pero, también recuerdo que yo no era así. Que vivía sin importar los resultados. Que quería, sonreía, disfrutaba de tantas cosas que hoy perdí.

Hoy soy yo la que quiere dar un paso a la vez como en un río, buscando su profundidad. Como la lentitud de estas notas del violin de Paganini, que parecen apenas sonar tímidas, como tu mirada plagada de pestañas, en su vaivén de «me atrevo y no me atrevo».

Nunca podría confesar qué me sucedió contigo, porque no lo sé. Solo decirte que si será poderoso que ni mis letras logran plasmar ese cautiverio de locura al que me lleva incluso tu nombre.

He visto tus ojos hoy… Sin embargo, hace pocos días me escondí de tu presencia. Tal vez, las copiosas lluvias que venimos viviendo han removido tanto, que incluso inundaron mi alma hasta hacerla vomitar lo que no podía asumir.

Este violín que sube su tonada y el frenesí de unos dedos ensangrentados que no pueden frenar la belleza de su composición; así baila mi corazón.

No sé cuál instrumento tocarte como un duendecillo que aparece en tu balcón y ni las palabras le alcanzan para decirte que: tú y yo no hemos terminado, es más, ni siquiera hemos comenzado.

Quisiera arrasar con tu presencia como este viento huracanado que golpea mi ventana, y que tú devores la mía, hasta impregnarme en ti.